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El peligro de la autoexigencia

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Muchas de nosotras hemos interiorizado desde pequeñas que no somos suficientes, o que no somos merecedoras.
Esa creencia afecta a muchísimas mujeres, y es un gran caldo de cultivo para que nos volvamos muy exigentes con nosotras mismas, y muy autocríticas.
En este artículo te cuento las implicaciones de la autoexigencia y cómo empezar a trabajar con ella para que no te amargue la vida. Porque cuando te crees que te valorarán cuando hagas las cosas perfectas estás detonando tu amor propio y estás creando falsas expectativas, imposibles de cumplir. Es imperativo volver a tí, a tu propio valor como persona para empezar a construirte desde tu amor propio y tu valía, que por supuesto tienes, por el mero hecho de existir.

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Durante la infancia se crea nuestro sistema de valores.

También adoptamos como ciertas muchas creencias y pensamientos de nuestros referentes adultos, ya sea mamá, papá, la abuela o el vecino.

Y del mismo modo, tomamos como ciertas e indiscutibles las conclusiones a las que llegamos sobre las interpretaciones que hacemos sobre lo que nos pasa.

Una de las herramientas que nos habla sobre cómo se creará nuestra personalidad en base a esas interpretaciones que hacemos de muy pequeñas es el eneagrama. Si no lo conocéis y el tema os interesa, os invito a cotillear. Aunque hay miles de autores/as que lo tratan, Borja Vilaseca lo explica de manera clara y amena. 

Pero volviendo al tema, una de las creencias que podemos tomar como indiscutibles durante nuestra infancia, es la de que no somos suficientes, ni merecedoras.

El pensar que no soy merecedora por no ser suficiente me puede crear una enorme necesidad de estar demostrando continuamente nuestra valía (de ello hablaba en el artículo de Desmontando a la Super Woman), y lo comento aquí, porque está íntimamente conectado con la autoexigencia, tal como veremos.

Consecuencias de lo aprendido

Para concretar, de ese pensamiento de no merecimiento pueden surgir distintas consecuencias:

  • El priorizar la meta a lo que necesito: debo demostrar todo lo que valgo así que me enfoco en conseguir mi objetivo y mis necesidades, deseos y sueños pasan a estar en un segundo plano.
  • Ser muy exigente conmigo misma: siempre me exijo hacer las cosas mejor y más rápido.
  • Rigidez: al focalizarme sólo en los resultados obviando mis deseos y necesidades me vuelvo cada vez más intransigente conmigo misma.
  • Miedo a no estar a la altura: cuando pienso que no soy suficiente, temo que no voy a poder ser capaz de desenvolverme bien ante una situación o una persona. Tengo miedo a que algo me supere y no pueda gestionarlo correctamente, o como se espera de mí.
  • No sentirme nunca suficiente: siento que no acabo de estar suficientemente preparada, formada, lista…. me bloqueo y no me permito avanzar.
  • Insensibilizarme: para poder sostener todo esto, y enfocarme solo en los resultados cada vez me aparto más de lo que siento, y ello me insensibiliza poco a poco.

Como ya sabemos, existe una interrelación entre mente, cuerpo y emoción, y por eso, ante una exigencia muy grande, es bastante típico que el cuerpo somatice. Podemos ver que estamos somatizando cuando empezamos a sufrir síntomas físicos recurrentes que se supone que no tienen una causa física justificada que los cree, y que nos afectan a nivel personal, laboral o social. Vaya, que el cuerpo se rebela a esa entrega tan absoluta y sin límites, expresando a través de molestias físicas una angustia emocional no liberada.

¿Y cómo le doy la vuelta a la situación?

Ante todo esto, podemos intentar darle la vuelta a la situación para que no juegue a nuestra contra.

  1. Lo primero es reconocer mis sentimientos, emociones, deseos y necesidades. Reconocer que los tengo, darme cuenta de ellos.
  2. También ayuda el soltar la presión de tener que controlarlo todo. Es un gran aprendizaje el tomar conciencia de que las cosas pueden llegar a darse sin tanto sobre esfuerzo.
    Estas personas tan autoexigentes también tienden a cargarse a las espaldas, y hacerse responsable de más cosas de las que deberían, pero a veces no nos damos ni cuenta, porque tenemos una película mental interna que nos dice que debo “darlo todo, lo mejor que pueda” y por supuesto sin poner ningún límite ni decir no a nada ni a nadie, no sea que los decepcione.
  3. Otra de las cosas que no fallan, aunque sea igual una de las más difíciles, es intentar darte cuenta de lo que sientes, y dejarte sentir eso, sin juzgarlo, sin catalogarlo como correcto, incorrecto o estúpido. Simplemente sentir.

Cuando no solo me exijo a mi misma

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Otro tema que se da en la autoexigencia, es que cuando una persona se exige mucho a ella misma, empieza a exigirle mucho también a los demás. Y eso para las personas que comparten la vida contigo puede ser una presión agotadora.

Al final, puede ser que tu no te des cuenta de ello porque estás acostumbrada a esa presión que tu misma te impones y por lo tanto te acaba pareciendo normal vivir así, pero eso no es así.

De hecho, cuando alguien te exige pueden pasar varias cosas:

  • Que te culpes por exigir a la otra persona y aun te exijas más a tí misma, entrando en el bucle de la autoexigencia.
  • Que la exigencia a la que sometes a la otra persona te haga de espejo y te muestre lo mucho que te exiges a ti misma, y con ello intentes empezar a tratarte de otra manera más compasiva.

 

A veces no estamos hablando sólo de exigir a la otra persona que cumpla con unos objetivos o con unas expectativas. Exigir al otro que vaya al mismo ritmo que tú, ya es una exigencia y una fuerte presión. Si yo tengo un ritmo frenético y me quedo inmersa en las miles de cosas que pretendo hacer, es posible que espere que tú hagas lo mismo. Pero por suerte no todos ni todas tenemos el mismo ritmo ni la misma manera de funcionar.

En referència a eso, si os apetece investigar más sobre vuestro “reloj biológico”, vuestro propio ritmo, el ritmo que rige tanto mujeres como hombres (ritmo circadiano), y el ritmo específico por el que nos regimos las mujeres (ritmo infradiano), os recomiendo muchísimo el artículo de Las Amancias sobre el tema.

Cuando me vuelvo mi juez más estricta

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Y volviendo al tema, otra vez.

Otro de los grandes males de las personas autoexigentes es el constante juicio que nos hacemos a nosotras mismas, unido a la otra cara de la misma moneda: el miedo a que los demás nos juzguen.


Ello nos puede llegar a pasar con frases como “debería cuidar de la casa/pareja/hijos/mascota aunque esté saturada”, “debería tener ganas de trabajar, pero no las tengo”, “debería estar mejor”…. debería debería debería…

Para hacerle frente a nuestra juez interior, podemos empezar por ser conscientes de cómo nos hablamos a nosotras mismas. Y seguro que lo has leído mil veces, pero esque ya sabes que las palabras que (nos) decimos influyen mucho en cómo percibimos el mundo. Tal cómo se dice desde la neurociencia, los pensamientos condicionan nuestra forma de pensar, pero también nuestras emociones y nuestros estados físicos.


Algo tan sencillo, aparentemente, como cambiar el debería, tengo que, o hay que , por otros verbos como: deseo, me gustaría, me apetece, me permito, elijo… puede ayudarnos a rebajar nuestra autoexigencia y nuestra autocrítica, y ello claramente influirá en nuestro modo de sentir y de percibirnos a nosotras mismas.

Como os contaba en el artículo de Desmontando a la Super Woman, la sociedad no nos ayuda nada en el tema de la autoexigencia pues se premia mucho a las personas por conseguir resultados, por ser ambiciosas, por luchar, por conseguir muchos logros, y por dejarse la piel en algo. Nuestra cabeza está llena de pensamientos como “si no cuesta, no vale la pena”, o “si no lucho por ello como debería, es que no me lo merezco”.

Estos pensamientos nos limitan muchísimo, y en nuestra mano está el poder darnos cuenta de que hay otra manera de hacer las cosas, sin ese sobre esfuerzo asfixiante. Sin ese estar empujando constantemente para que algo salga.

 

¿ Soy como yo quiero ser, o como tú quieres que sea?

querer ser la mejor, creciendo en círculo

Otra cosa que a las personas autoexigentes nos puede pasar es que nos cueste ser espontáneas.


Ser espontánea es lo contrario a intentar controlar la situación. Y la necesidad de control también es algo típico de las personas muy autoexigentes. Como intento ser perfecta, o ser la mejor en lo que sea, no me puedo permitir ser espontánea, porque de allí no se que va a salir, y si me dejo ir puedo tener algún comentario o actitud inapropiadas! Incluso a veces, aunque intentemos expresarnos y comunicarnos de una manera más fluida y relajada, quizás no nos damos cuenta pero antes de expresar o de hacer algo, ya lo hemos pasado por nuestro filtro mental, nuestro control de calidad interno.

El intentar complacer es otro de los temas de las personas autoexigentes, y va muy relacionado con lo que estábamos diciendo antes.

Es habitual que intentes hacer lo que las otras personas esperen que hagas, no lo que tu quieres hacer en realidad. De hecho, puede pasar que tengas la sensación de decepcionar a la otra persona si no haces lo que esa persona espera de tí.


Al no sentirte suficiente, o no sentirte merecedora (en este caso del amor o la aceptación de los otros, por ejemplo) intentarás complacer a quien tengas al lado… “sobretodo que no se de cuenta de que no sé suficiente” (por poner un ejemplo).

Más ideas para mejorar esa autoexigencia

A parte de las maneras que hemos visto de poder trabajar con ello, otras tácticas son:

  • Conectar con tu cuerpo mediante la respiración, el masaje, el yoga, la meditación…
  • Preguntarte y sentir lo que deseas y necesitas, sin juicios. Y a medida que te lo vayas permitiendo, atreverte a comunicarlo a las personas de tu entorno.
  • Darte cuenta de que puedes pedir ayuda, y que ello no implica no ser válida.
  • Aprender a consolarte a tí misma, practicando el amor propio y la compasión hacia tí.
  • Abrirte a los demás despacio, atreviéndote a mostrar tu parte más vulnerable, tus miedos, tus sentimientos…para ir cogiendo confianza en tí y en los demás.
  • Analizar tu tendencia a querer hacerlo todo bien, y ver hasta dónde te compensa y te merece la pena.
  • Practicar el delegar obligaciones o responsabilidades cuando sean demasiado para tí y no puedas hacerles frente (sin culpabilizarte por ello).
  • Atreverte a mostrar tu incomodidad hacia las cosas (aunque no sea lo que se espera que hagas). Mostrarte incómoda con una actitud o con un comentario, mostrar disconformidad… y mostrarte desde la imperfección, aunque te haga sentir, valga la redundancia, incómoda.
  • Mostrar tu verdad, lo que tu piensas o sientes sobre algo aunque a la otra persona no le guste.
  • Reforzar el agradecimiento en tu vida.
    Dejarte tocar por la vida, por las personas que te rodean, por el arte…
  • No dejar que el miedo te paralice y te impida avanzar. El miedo puede ser un gran aliado, pues te muestra el lugar justo en el que tienes resistencias a algo. No se trata de no tener miedo, pues es inherente en las personas. Se trata de hacer las cosas igualmente, con el miedo como aliado.
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Hablando de miedos, cuando pretendemos hacer un cambio en nosotras mismas para mejorar, o avanzar hacia nuestra felicidad, los miedos detonan.

Intentar cambiar algo en nosotras que tenemos muy arraigado da miedo. En este caso, el soltar esta gran exigencia hacia nosotras mismas implica soltar el control, implica dejar de complacer y defraudar a los demás… y todo ello nos aterra. Pero vale la pena (o la alegría).

Insesibilizarme para escapar del dolor

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Cuando no ponemos un freno a todo esto y cada vez la autoexigencia se va haciendo mayor, podemos llegar a petar. O en palabras de lo que ahora está muy de moda: podemoa llegar a un burn out.

Cuando vas aguantando y aguantando al final te insensibilizas porque no puedes gestionar sentir toda esa incomodidad, vacío y dolor.

Tenemos grabado a fuego que “las emociones para llegar a mi objetivo no me sirven, tengo que focalizarme en conseguir eso, y las emociones me estorban” así que dejas de sentir.

Ello te va enfriando cada vez más, y llega un momento en el que ya ni sientes ni padeces. Dejas de sentir el dolor pero también te alejas del placer. No hay tristeza pero tampoco hay alegría. Y menos aun disfrute. Por eso una de las mejores maneras de ver si vas por buen camino en lo que haces, es preguntándote… ¿Estoy disfrutando de esto?

El antídoto de la gratitud

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Antes hacía referencia a la gratitud. Y es que la gratitud y el gozo también son maneras de aprender y de avanzar en la vida. El sufrimiento no es lo único que nos enseña, eso también es una creencia falsa.


En personas autoexigentes, el quedarnos con lo que hemos hecho bien (y no enfocarnos en lo que hemos hecho mal o todavía no hemos terminado) puede ser de gran ayuda.
Así en ejemplo práctico, de trata de pasar de la To Do list, o la famosa lista de cosas por hacer, a la Done List, o la no tan famosa lista de las cosas hechas.


Poner foco en nuestros logros nos conecta con nuestro valor y nos recuerda nuestras capacidades, siendo un camino hacia el amor propio.

El juego como bálsamo

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Otra de las energías que nos pueden ayudar, a parte de la gratitud, es la del juego.


La diversión, la celebración y el juego abren tu corazón y te conectan con la alegría de vivir, con la plenitud (y por ende te alejan de las creencias de carencia que implican el no merecimiento). El juego te permite conectar con el disfrute, y te aleja de ver la vida de una manera seria, tensa y estricta.

Cuando entramos en esta rueda de la autoexigencia y la autocrítica, todo se vuelve hostil, rígido y está cargado de responsabilidades.

Imaginar cómo reaccionaríamos ante todo esto si volviéramos a ser una niña pequeña, nos puede resultar de mucha ayuda.

Dentro de nosotras hay una niña espontánea, juguetona e imperfecta que clama a gritos un espacio en el que poder expresarse tal como es, sin tanto corsé.

La importancia del equilibrio entre el Dar y el Recibir

Hablar de la autoexigencia y del no merecimiento sin profundizar un poco en el tema del equilibrio entre el dar y el recibir, es difícil.


Cuando no soy suficiente y por ende no merezco, estoy bloqueando recibir cosas de otras personas, de mi misma, o de la vida.
Si no merezco, no soy válida para recibir nada, así que sólo puedo enfocarme en dar. Pero el dar y el recibir son complementarios, tienen que estar en equilibrio y no se sostienen una sin la otra.

A veces pensamos que para que los demás nos quieran o para ser dignas de merecer algo, debemos dar sin parar. En realidad el Amor (el de verdad, el Incondicional) no es algo que se dé a cambio de nada, sino que se da por el mero hecho de Ser.

Otra persona, o algo, te gusta por su esencia, y no tanto por lo que te da a cambio. Tu amas a tu hijo, a tus amigos, o a tu gato, por el mero hecho de que existan. No por si te hacen más o menos caso, o por si te dan lo que tu consideras que deben darte, o no. Les quieres y punto.

Otra cosa es que nos salgan también todos los condicionamientos mentales de “si no me hace suficiente caso, no debería quererle así” o “si no es tan simpática o atenta como yo quiero, no merece que la quiera tanto”.

Porque en esto hay otro tema, y ahora no me refiero al de querer a personas que vean nuestra valía (que por supuesto). Me refiero otra vez, a que cuando nos exigimos tanto a nosotras mismas, y también exigimos a los demás, solemos poner el foco en todo lo que nos falta a nosotras, pero también a los demás.

Es como si la vida se convirtiera en un problema que tenemos que resolver. Como algo imperfecto que tenemos que mejorar. Porque claro, hemos interiorizado que “con esfuerzo todo se puede” y que “las cosas se tienen que luchar”.

Pero ya sabemos que esa visión nos limita.

Y con el agradecimiento y lo que hemos comentado antes, también sabemos como empezar a cambiarlo… !

 

«Intenta eso que no puedes hacer. Fracasa. Vuelve a intentarlo. Mejora la segunda vez. Las únicas personas que nunca tropiezan son aquellas que no se atreven a más» Oprah Winfrey

EN RESUMEN

Hemos visto cómo el pensar que no somos suficientes y por lo tanto no somos merecedoras, nos puede llevar a una autoexigencia y a una autocrítica que nos limitan en muchos aspectos de la vida.

A través de los recursos comentados le podemos empezar a dar la vuelta a esa situación, para vivir la vida desde otra perspectiva en la que la gratitud, la escucha de nosotras mismas, el placer y lo liviano formen parte de nuestro día a día y nos brinden una vida mucho más flexible y gozosa.

¡Y hasta ahí el artículo de hoy!


Espero que te haya resultado útil o interesante y que hayas podido relacionar lo que te contaba con tu vida, para así poderlo llevar a tu realidad cotidiana e ir transformando con los recursos compartidos.

Si tienes alguna pregunta, o te apetece comentar, te animo a que contactes conmigo a través de los comentarios!

Un abrazo y te espero al otro lado

Ester

 

Recursos:

https://www.lasamancias.com/la-importancia-ciclo-ritmo-circadiano-infradiano-negocio-mujeres/

https://elvaabril.com/el-perfeccionismo-de-la-luna-en-virgo/

https://www.nazarethcastellanos.com/post/la-postura-corporal

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